martes, 17 de julio de 2012

El cuerpo es la representación de nuestra existencia, la forma en que recreamos o interpretamos el papel que nos ha tocado en suerte. Este número de Arte Fotográfico esta destinado al cuerpo, o eso cree su director… pero la realidad es que desde los cuerpos recreados por los diez autores seleccionados lo que se nos presenta es el alma, la esencia.
Efectivamente, la cara es el espejo del alma. Miren fijamente a los ojos de esa mujer que aparece en la portada y díganme si Oleg Dou no ha captado su alma. Y así de principio a fin, con dos denominadores comunes en los autores: por un lado la juventud y por otro la experiencia, en una combinación que da como resultado, una vez más, otro coleccionable.
La lectura de las imágenes es siempre abierta, esa es una de las propiedades de la fotografía (quizá la primera), por eso les diré lo que yo veo, que no tiene que coincidir con lo que ustedes adivinen: dudas (Oleg Dou), historias (Christian Tagliavini), conciencias (Michal Macku), fantasmas (Misha Gordin), sueños (Olivier Valsecchi), sombras (Denis Rouvre), transformaciones (Erwin Olaf), documentos (Isabel Muñoz), delicadezas (Sylvia Markis), paisajes (Musin Yohan).
En definitiva, una sorprendente forma de presentar la fotografía corporal, brillante, delicada y naturalmente artística. Vuelvo a mojarme, y elijo una fotografía: el grupo de hombres enmascarados que se aferran a tablones de madera, una especie de penitentes en procesión que expían la culpa. Me parece sublime.
Hay más, un artículo de Juan Pedro Clemente que resume medio siglo de historia de la fotografía española, y como broche el apunte “Desmintiendo bulos” de Antonio Cabellos, donde repasa el estado de la cuestión y deja en evidencia a quienes han marcado pautas sin antes documentarse, provocando así un efecto en cadena que ha hecho verdad del bulo.

domingo, 8 de julio de 2012

La colección cubista en el nuevo Espacio de Telefónica

En el nuevo edificio Espacio de Telefónica, situado en la Gran Vía madrileña, se presentan dos exposiciones: “Arte y vida artificial, 1999-2012”, y la colección cubista que conserva el centro. Nos ocupamos de esta en una primera entrega, presentada con una docena de fotografías de la excelente colección de imágenes en blanco y negro de Alfonso, Marín, Brangulí y Claret, que conforman el Patrimonio Artístico e Histórico Tecnológico de Telefónica.
La muestra parte de la obra de Juan Gris (1887-1927), quien a los 19 años dejó el Madrid provinciano para trasladarse a París, donde lo recibió Vázquez Díaz. Buscó trabajo en los periódicos ilustrados y vivió en Montmatre, pero no se dejó atrapar por la bohemia sino que se entregó a sus ideas. En el magnífico audiovisual nos sorprende la figura de un Gris bailarín, charlista y frecuentador del Moulin Rouge: “serio en todo lo que emprendía”.
La obra de este madrileño genial fue inspiración de Emilio Pettoruti, Albert Gleizes, Jean Metzinger, André Lothe, María Blanchard, Vicente do Rego o Joaquín Torres García, quien escribió de Juan Gris: “Fue el que más se acercó a la justa expresión del cubismo, dadas las premisas que se impuso y, por esto, por encima de todos”. De los autores citados se muestran obras en la exposición, collages y óleos donde los recortes de prensa conforman fondos, y donde las cuerdas de la guitarra de Gris trazan un recorrido de principio a fin.
Juan Gris murió el año 1927, el que dio nombre a la generación de poetas, cuando todavía le quedaba mucho por hacer porque solo tenía 40 años. Las pinturas se completan con documentación de época, en especial las publicaciones de vanguardia sobre arte y cultura. 
Más allá de la exposición, el espacio donde se presenta es un lujo, por lo que en este caso el continente atrae al visitante tanto (aunque no mas) que el contenido. Pasen y vean, sobre todo la grandiosa escalera, una gozada para el sentido de la vista.