martes, 10 de noviembre de 2009

En el dolor por la muerte de un amigo

Aguanté el golpe como el mejor de los fajadores, pero en la soledad me hundí. Caí en el pozo sin fondo del dolor por la muerte del amigo. Tenía nombre y apellidos, pero solo a unos cuantos y a su gente le importan ahora esas letras que formaban la palabra Jesús.
El tiempo, indefinido y traidor, vengativo y violento, se le ha llevado también, como a tantos otros. Quedan los juegos, las risas, las palabras cruzadas, los gestos de complicidad… Pero no valen, me parecen la esponja de vinagre en los labios.
Tendría que escribir más, contar las tantas veces que su ironía nos hizo superar las miserias, explicar que cuando estaba con nosotros, era “el amigo”.
Decir amigo es decir… ¡Qué mas da!
En el dolor tengo su imagen tallada en las venas y se me va la memoria a esa infancia perdida donde nos encontramos, cuando la inocencia nos hacía jugar incluso con la vida.
Esa angustia que ahora me oprime la boca del estómago no es otra cosa que el dolor por la muerte del amigo.
¡Jesús Escuredo Voces! se llamaba…
En Madrid, su ciudad y la mía, se me ha muerto como del rayo…
(Yo te quería).

1 comentario:

  1. Gracias por escribir sobre papa,
    realmente es un placer leer cosas asi sobre el.
    Es precioso y me enorgullece, de verdad.
    Nos ha gustado mucho y estaria bien seguir en contacto de alguna manera.

    De nuevo muchas gracias.
    Un beso de parte de todos.

    Carla

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