viernes, 26 de agosto de 2011

La radial en el verano madrileño


Juan Miguel Sánchez Vigil

Veranear en Madrid tiene muchos encantos, pero sin duda por encima de todos están los conciertos, pero no los que organiza el Ayuntamiento sino los que consiente. Me refiero a los conciertos de las radiales, esas máquinas con las que se cortan ladrillos, piedras y metales impunemente y a todas horas, llenando de polvo cancerígeno los rincones.
Supongo que habrá normas para cortar con la radial en las calles (si es que se esto se puede hacer), me imagino que es obligado que los cortes se hagan con agua para proteger al trabajador (que lo sabe y no solo no se cubre par protegerse sino que presume de ser quien más tiempo hace sonar la máquina, inconsciente de que se envenena o consciente si a cambio se lleva unas euros más poniendo en evidencia a los compañeros que reclamen seguridad).
Hagan la prueba. Si a lo largo de cualquier día de este verano madrileño no escuchan al menos media docena de conciertos con radial es que algo está cambiando.
Un toque de atención al Ayuntamiento, tan escrupuloso en la recaudación y tan “sableador” para con los vecinos. Vigilen ustedes estas cosas porque también podemos ahorrar dinero en Sanidad evitando que decenas de trabajadores se traguen el polvo cancerígeno, y de paso protegerán a los vecinos que se ven obligados a cruzar de acera (no entiendo por qué se cortan las calles con andamios al antojo de los cientos de particulares que hacen obras).
De las motos y del cachondeo general con el que campan por las aceras escribo otro día, cuando se me pase la mala leche por el ruido de la radial que me ha despertado a las ocho de la mañana (en agosto y en vacaciones) y me ha obligado a cerrar el balcón porque en mi calle había un nube de polvo.
Lo saben, lo ven, pero miran para otro lado… como ya es habitual desde hace tiempo. Después vendrán las lágrimas, pero de los de siempre.
 

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