jueves, 17 de septiembre de 2009

Este Madrid que tanto quiero...

La ciudad cambia. Hasta ahí todo parece ir bien. Pero cuando cambia lo que me gusta surgen las preguntas. ¿Y si lo que está cambiando no les gusta a los demás? Todos los días, cuando paso por la plaza de Colón y soporto el atropello que cometen los que han decidido transformarla me hago la misma pregunta: ¿Quién hace esto y en nombre de qué? ¿Quién ha autorizado al señor alcalde a hacer lo que le da la gana y con tanta impunidad? Pero hay tantos problemas en la vida que detenerse en estas tonterías puede resultar incluso ofensivo. Sin embargo son los detalles, los comportamientos radicales, los que sacan de dentro ese punto de rebeldía. Es Madrid, es mi ciudad la que utiliza para su política… Por eso me aterra la idea de que nos concedan la celebración de las Olimpiadas, y mucho más el que no nos la concedan, porque entonces tendremos otros cuatro años más de destrozos, componendas y caprichos. ¿Puede alguien explicar por qué se modifica la plaza de Colón? Ahora olvídense de la plaza y aplíquenlo a tantos otros lugares que están siendo transformados con granitos (¿sabe alguien lo que cuesta cada metro cúbico de granito de los que se colocan a diario en el suelo de la capital desde hace meses?) Paseaba hoy por la calle de Narváez, con sus aceras ampliadas como si de las grandes avenidas parisinas se tratara, cuando he visto como varias furgonetas tomaban el espacio peatonal para descargar. Unos metros más abajo del punto de referencia estaban aparcadas una docena de motos en ese gran espacio habilitado para los peatones, más allá trabajaban los obreros en una alcantarilla con medio coche subido en la acera, y por fin el camión de la Coca Cola remataba la faena.
¿Para qué se ensancharon las aceras entonces?
No se lo tomen al pie de la letra, tan solo son unos ejemplos entre los cientos que se pueden detallar. Decía Forges en un programa de radio que esta ciudad estaba sucia y abandonada, y se quedaba corto. Miren en cualquier agujero donde haya rejillas y verán las colillas por decenas, y no les digo nada de las pintadas si pasean por Fuencarral (nueva zona peatonal donde también las motos campan a sus anchas). Para qué seguir... Mientras escribo no se si alcanzo a transmitirles lo que siento. Veo en el telediario al señor alcalde y siento desprecio hacia su persona.
¿A que ahora si me comprenden?
Es tal mi indignación por su desprecio hacia mi ciudad y hacia lo que yo pueda opinar al respecto que no puedo permanecer callado. Solo me queda seguir el consejo del sabio: “esperaré a ver si tengo la fortuna de ver pasar el cadáver de mi enemigo”.

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