martes, 11 de agosto de 2009

El maravilloso ruido de la ciudad gallardoniana

Queparenlasobrasycesenlosruidos.com

Decía mi amigo Javier: ¡Por el amor de Dios!
Eso digo yo, por el amor de Dios que paren las obras y cese el ruido. Para definir el ruido basta con la onomatopeya. La oficialidad nos habla de decibelios para marcar fronteras, pero definir el decibelio es más complicado. Sus decibelios (los tuyos) no son iguales que los míos, estoy seguro.
Escribo ahora escuchando el maravilloso ruido de un motor, uno de los cientos de motores que la flota del Ayuntamiento lleva en sus furgonetas, camiones y motocicletas. Están regando los árboles con agua reciclada que brota de un vehículo impulsada por un motor (adiós mangueras). Esta mañana un señor con casco, subido en motocicleta, recorría la aceras (sí, las aceras) con el motor en marcha y un ruido añadido para recoger las mierdas de los perros; y para colmo ha llegado el camión que se lleva las botellas y ha descargado el contenedor desde una altura de cuatro metros en el remolque, abriendo las compuertas como una catarata. Lo bueno (lo malo) es que eran las siete de la mañana y el niño del cuarto ha estallado en sollozos. Entonces me he dado cuenta de que es una forma de vacunar a los retoños para el futuro; si aguantan eso a las siete de la mañana, lo aguantarán todo en el futuro.
Y en el colmo de la idiotez me he ido a dar una vuelta por el Retiro (jejejejejeje). Allí estaban sonando las músicas del Ayuntamiento, porque ya se estarán imaginando como se recogen las hojas: con un aparato a la espalda que suelta aire… a motor (lean ruido).
Todo el sistema de limpieza del Ayuntamiento se basa en el ruido; creo que todo el Ayuntamiento se basa en el ruido (¿me entienden, verdad?). Si no se hace ruido no se existe, no se es nadie. Lo malo es que te pases de rosca y hasta las señoras del barrio de Chamberí, incondicionales del señor alcalde, empiecen a conspirar en los cafés… Uyyyyuyuuuuyyy ¡Cuidado!
Ese maravilloso ruido de la ciudad gallardoniana, que no nuestra ciudad, porque si no fuese así no sería posible que la tratara como lo hace (hoy hemos advertido otra nueva docena de obras en la Gran Vía y adyacentes), es el pago por nuestro silencio, el silencio de los corderos.
Sí, lo se… habrá quien use la demagogia y me diga que por lo menos da trabajo… pero el trabajo (la inversión) sería el mismo si se estuviera construyendo otra línea de AVE o bien remodelando los barrios de la periferia (el abandono de la periferia lo están pagando caro los franceses en París).
Por todo ello: ¡Váyase usted con el ruido a otra parte, señor alcalde!

1 comentario:

  1. ¡POR EL AMOR DE DIOS! JEJEJE. ESTA FRASE HA QUEDADO PARA LOS ANALES DE LA HISTORIA. INTERESANTE BLOG JUAN MIGUEL, COMO TODOS EN LOS QUE ESCRIBES. YA TE MANDARÉ ALGUNA COSITA. UN ABRAZO

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