miércoles, 5 de agosto de 2009

Las obras en Madrid o el despropósito

¿Por qué? Esta es la pregunta que está en la calle. Cuando en el senado romano alguno de los políticos explicaba la necesidad de una obra pública, sus compañeros no se planteaban lo bonita que iba a quedar la calzada sino que preguntaban: ¿A quién beneficia? Se referían, por supuesto, al beneficio público que tenía el cambio.
Si el político argumentaba los intereses generales conseguía la aprobación.
Cualquier obra pública es un beneficio porque da trabajo, pero ese argumento es válido cuando el trabajo tiene sentido. Levantar todo Madrid de golpe no lo tiene.
Prueben ustedes a pasear por el centro de la capital y verán que es imposible encontrar un rincón donde no se realicen obras.
Hago ahora de senador romano: ¿A quién benefician? Pero hay además problemas añadidos. Durante una semana en la Puerta del Sol se ha producido -se está produciendo en estos momentos- un embudo junto al oso y el madrileño que es hasta peligroso. Si entráramos en detalle veríamos una y otra vez los despropósitos.
Pongamos ejemplos. El ensanche de la aceras tan aclamado ha servido para ampliar el espacio de aparcamiento de las motocicletas (el algodón no engaña) y para eliminar plazas de aparcamiento. Pregunta: ¿a quien beneficia eliminar las plazas de aparcamiento? Obviamente a los transeúntes, los mismos que son propietarios de los vehículos que no pueden aparcar.
La realidad es que lo que realmente beneficia no se atiende. La lista de temas pendientes de solucionar es alarmante: Motocicletas circulando por las aceras, Artilugios de limpieza ruidosos, Pintadas hasta en la sopa, Vehículos cargando y descargando encima de las nuevas aceras recién ampliadas, Orines (ríos de orines) en el Madrid de los Austrias por falta de servicios públicos en las plazas y jardines…
¿Seguimos? Añadan ustedes lo que quieran. Claro que todo esto es permisible porque todo está en obras, y las obras justifican todo… incluso que los encargados, capataces y demás hagan su apartado en plena vía pública para aparcar su coche.
Y del granito ya hablaremos. Cientos y cientos de planchas de granito. Un material caro que, como apuntan los expertos, eleva la temperatura de las calles. El suelo de la ciudad es susceptible de ser abierto una y mil veces, como estamos comprobando (luz, gas, agua, etc.), y cada vez que se rompe hay que cambiar la pieza.
Una cuestión más por desconocimiento: ¿A quién se ha pedido permiso para modificar el paisaje madrileño? ¿Por qué se cambia de lugar la estatua de Colón? ¿Dónde está la fuente de la red de San Luis en plena Gran Vía? ¿Quién autoriza a hacer estos cambios? Ya sucedió con el monumento de Dalí en la plaza de Felipe II y ahora hay que devolver el original.
Madrid es de todos, pero también mío. No solo porque he nacido aquí, sino porque aquí vivo y quisiera que esta ciudad maravillosa no fuera usada para negociar olimpiadas y cosas por el estilo. Lo mismo algún senador romano de la izquierda se atreve a preguntar al señor alcalde la terrible cuestión: ¿A qué madrileño beneficia tal despropósito? Luego vienen las elecciones y si nos echan es porque somos desagradecidos… Tome nota señor emperador de los madriles.

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