domingo, 2 de agosto de 2009

Sobre el artilugio metálico de la Puerta del Sol. Quequitenesaputamierda.com



Bajaba yo por la calle de Alcalá desde el cruce con Sevilla cuando escuché esta exclamación:
-¡Qué quiten esa puta mierda!
Miré hacia el interfecto y busqué la puta mierda. Se refería a la chatarra que flota sobre el granito en medio de la plaza, sucia y deslumbrante a la vez.
No son palabras mías sino del interfecto, que se decía madrileño y clamaba a los cielos sin que nadie le escuchara. Tenía unos sesenta años, o quizá cuarenta, porque hay personas de las que es difícil averiguar la edad con un vistazo.
Poco a poco consiguió que le hicieran corro, y aunque algunos le increpaban cogió el hilo y haciendo ademanes de enfrentarse a todo quisqui repetía una y otra vez:
-¡Que quiten esa puta mierda!
Me armé de valor y le pregunté el porqué de semejante expresión. Intenté hacerle ver que el arte tiene un punto especial, esa visión incomprendida…Y me miró como si yo también fuese una puerta mierda. Fue tal la mirada que reflexioné y me dije: ¡A ver si va a tener razón! Y en un golpe de solidaridad (como el golpe de calor o algo así), dediqué treinta segundos a contemplar el artilugio metálico.
Entretanto se habían agolpado varios tipos (también mujeres) que culpaban al alcalde o al ministro según les iba la vaina. Me llamó la atención que su forma de vestir no les identificara, pues los había harapientos apoyando alcalde (facción A) y corbatibles (facción B) alabando al ministro.
Seguí contemplando el artilugio y no sé si por cosa divina o porque el sol giró los milímetros justos para que se produjera un enorme destello, una luz blanca (sin música celestial) invadió el espacio donde se exhiben los cientos de planchas de granito que almohadillarán el suelo de la plaza en futuro incierto, y quedé medio ciego por el impacto (debería decir deslumbrado, pero no es literaria la expresión que busco).
-¡Cómo el milagro de El Escorial- me dije.
Pero los chillidos del interfecto me devolvieron a la realidad, y aturdido por el milagro y por el jolgorio, tuve que buscar el auxilio de la sombra para recuperar la vista y la sensatez. Podría dejarlo aquí, pero quiero confesar mi vergüenza para expiar el pecado. ¿Qué me sucedió? No lo sé. De pronto me lancé como loco hacia el artilugio y comencé a gritar:
-¡Que quiten esa puta mierda!
Y me encontré arrodillado bajo los espejos que deforman, con la multitud a lo suyo y riéndose en mi cara. Entonces me di cuenta de que no era cosa del alcalde ni del ministro, ni de la Virgen del Escorial, sino de los millones de idiotas que cada día pasan por allí y por tantos otros sitios (forrados de granito en la capital) sin ni siquiera darse cuenta de que lo que ven es una puta mierda (con perdón de las putas y de la mierda).

1 comentario:

  1. En realidad la construcción desentona con la arquitectura del lugar, ya hasta con su historia. Fue un intento arriesgado, y fallido a mi entender, por fusionar la tradición con lo contemporáneo... ¡lástima!

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